Disciples Together on the Way w/ Bishop Boyea | Week 5 | February 6 to 12 | Asceticism | Morning Prayer

Friday, February 4, 2022
First Friday of the Month 

Dear Sisters and Brothers in the Lord,

Welcome to Week 5 of our Disciples Together on the Way challenge. How did you get on last week with our six days of fasting? If you embraced the challenge, I hope you feel the better for it. I suspect that you probably do. Hence, this week, let’s continue with our theme of self-denial or, as it is traditionally called, asceticism.   

This week our focus will be to increase our self-discipline and pursuit of being spiritually healthy by beginning each day with 30 minutes of prayer. Why pray? The Catechism of the Catholic Church says this:  

“The wonder of prayer is revealed beside the well where we come seeking water: there, Christ comes to meet every human being. It is he who first seeks us and asks us for a drink. Jesus thirsts; his asking arises from the depths of God’s desire for us. Whether we realize it or not, prayer is the encounter of God’s thirst with ours. God thirsts that we may thirst for him.” (Catechism of the Catholic Church #2560) 

Many people find that the best time to pray is first thing in the morning. I know I do. It’s certainly the best way to start our day. Now, I know that not everyone is “a morning person”.  Some of us simply struggle to get out of bed. Even if we don’t have that problem we can often develop a morning routine which creates an obstacle to prayer. Perhaps we check our mobile phone immediately after waking up. Or perhaps we turn on the television or the radio or music or read the morning newspaper before embarking upon our day-to-day activities.

Regardless of where we fall within the scale of being a morning person or not, God is always thirsting for us to turn to him in prayer. Every day. Hence, it is those precious first moments of our day that often provide us with an unparalleled opportunity to enter into a peaceful, intimate and reflective conversation with our Loving Father that we can, hopefully, sustain throughout the day. 

Over 1500 years ago in north Africa, Saint Augustine of Hippo wrote that “To fall in love with God is the greatest romance; to seek Him the greatest adventure; to find Him, the greatest human achievement.” 

If that is so, just imagine the difference it could make for us intentionally to start each morning with 30 minutes of putting God first. What a difference that could make to the rest of our day…and to the rest of our lives. To paraphrase Bishop Fulton Sheen, those 30 minutes will become our “half hour of power” that launch us – and sustain us – through the rest of our day. 

The Apostle Paul also gives great insights into the peace and joy God can bring to our day when he tells us, “Have no anxiety about anything, but in everything by prayer and supplication with thanksgiving, let your requests be made known to God. And the peace of God that passes all understanding, will keep your hearts and minds in Christ Jesus" (Philippians 4:6-7; RSV).

These words from St. Paul again provide us with reassurance that starting our day in prayer and thanksgiving to God will help us set aside our anxieties and bring peace over all we do.

And so, as a simple recap of my challenge for this week, I encourage us to begin our day this week with 30 minutes in quiet conversation with our Lord. 

To prepare ourselves to do this, consider going to bed 30 minutes early each evening in order to wake-up 30 minutes earlier each morning. If you have already formed this habit of prayer before rising in the morning … I ask you to please take a moment during that time of prayer this week to keep in mind those who are striving for the same and ask the Lord to encourage them on their journey.

So, rise and shine to the great morning that awaits us! God bless and I look forward to seeing you next week as we continue this pilgrimage as Disciples Together on the Way.   And may God bless you, Father, Son, and Holy Spirit. Amen.

Yours in Christ,
+ Earl Boyea 
Bishop of Lansing

En Español

Queridas hermanas y hermanos en el Señor,

Bienvenidos a la quinta semana de nuestro desafío Discípulos Juntos en el Camino (Disciples Together on the Way).

¿Cómo les fue la semana pasada con los seis días de ayuno? Si aceptaron el desafío; espero que se sientan muy bien de haberlo hecho. Imagino que sí. Por eso, esta semana, vamos a continuar con nuestro tema de la renuncia a uno mismo o, como se llama tradicionalmente, abstinencia.

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Esta semana nos centraremos en aumentar nuestra capacidad de disciplinarnos y de buscar la salud espiritual comenzando cada día con 30 minutos de oración. Pero, ¿Por qué rezar? El Catecismo de la Iglesia Católica dice lo siguiente "La maravilla de la oración se manifiesta junto al pozo a dónde venimos a buscar agua: ahí, Cristo sale al encuentro de cada persona. Es Él quien primero nos busca y nos pide de beber. Jesús está sediento; su petición surge de lo más profundo del anhelo de Dios por nosotros. Nos demos cuenta o no, la oración es el encuentro de la sed de Dios con la nuestra. Dios tiene sed de que nosotros tengamos sed de Él".

Muchas personas coinciden en que el mejor momento para rezar es a primera hora de la mañana. Yo sé que así es. Sin duda, es la mejor manera de empezar el día. Ahora bien, sé que no todo el mundo es "una persona madrugadora". A algunos de nosotros simplemente nos cuesta trabajo salir de la cama. Incluso si no tenemos ese problema, a menudo podemos desarrollar una rutina matutina que crea un obstáculo para la oración. Tal vez revisemos el celular apenas nos despertamos. O tal vez encendemos la televisión, la radio o la música, o leemos el periódico matutino, antes de comenzar con nuestras actividades cotidianas. 

Independientemente de dónde nos situemos dentro de la lista de personas madrugadoras o no, Dios siempre está sediento de que nos dirijamos a Él en oración todos los días. Por eso, son esos maravillosos momentos iniciales del día los que a menudo nos brindan una oportunidad inmejorable para entablar una conversación pacífica, íntima y reflexiva con nuestro Padre Amoroso que, con suerte, podremos mantener durante todo el día.

Hace más de 1500 años, en el norte de África, San Agustín de Hipona escribió que "Enamorarse de Dios es el mayor de los romances; buscarlo, la mayor de las aventuras; encontrarlo, el mayor de los triunfos humanos". Si esto es así, imagina la diferencia que podría suponer para nosotros empezar cada mañana con 30 minutos poniendo a Dios en primer lugar. 

Qué diferencia podría representar para el resto de nuestro día... y para el resto de nuestras vidas. Citando al Obispo Fulton Sheen, esos 30 minutos se convertirán en nuestra "media hora de fortaleza" que nos lanzará -y sostendrá- durante el resto del día.

El Apóstol Pablo también nos da una gran perspectiva sobre la paz y la alegría que Dios puede traer a nuestro día cuando nos dice: "No se inquieten por nada, sino que en todo, mediante la oración y la súplica con acción de gracias, presenten sus peticiones a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús". (Filipenses 4:6-7; RSV).
Estas palabras de San Pablo nos proporcionan de nuevo la seguridad de que comenzar nuestro día con la oración y la acción de gracias a Dios nos ayudará a dejar a un lado nuestras ansiedades y traerá paz sobre todo lo que hagamos.

Así que, en resumen, mi reto para esta semana es que empecemos nuestro día con 30 minutos de conversación tranquila con el Señor.

Para prepararnos a hacer esto, consideremos ir a la cama 30 minutos antes cada noche para despertarnos 30 minutos antes cada mañana. Si ya has formado este hábito de oración antes de levantarte por la mañana...

Te pido que, por favor, te tomes un momento durante ese tiempo de oración esta semana para tener en cuenta a los que se están esforzando por hacer lo mismo y pedirle al Señor que los anime en su camino. Así que, ¡levántense y resplandezcan en la gran mañana que nos espera! Espero verlos la próxima semana mientras continuamos esta peregrinación como Discípulos Juntos en el Camino. Y que Dios los bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Suyo en Cristo,
+ Earl Boyea
Obispo de Lansing